El año pasado en mi función como pastor general, descubrí algo que posiblemente muchos de ustedes ya saben. La unidad en la iglesia local no es algo que se debe mandar o imponer. La unidad es algo que se obtiene y se cultiva. Nuestras actitudes son las que hacen la diferencia.
Hay muchos pasajes bíblicos que hacen referencia a la unidad en la iglesia. Los escritos de Pablo, primordialmente, hacen referencia a la importancia de la unidad: El capítulo 12 verso 12 de la primera carta de Corintios es un ejemplo paulino que aunque no contiene la palabra ‘unidad’, conlleva esa línea de pensamiento:
“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”. Aquí Pablo define el concepto de membresía muy distinto a lo que nosotros pensamos. Él no está hablando de ser miembros de un club social en donde nosotros pedimos que nos sirvan. Por el contrario, trata sobre la unidad de todo el cuerpo. Esta analogía es representativa del cristianismo.
De hecho, para Pablo el tema de la unidad era tan importante que dedicó los capítulos 12-14 para hablar sobre el mismo. A veces nosotros (al menos yo como pastor) estamos tan ocupados en conocer los más pequeños detalles de las Escrituras y la exégesis correcta del idioma original que perdemos de vista el mensaje y el cuadro completo del pasaje en mano.
El capítulo 13 de 1 Corintios, es conocido como el capítulo del amor, y se encuentra justo en medio de los capítulos en discusión. Con frecuencia su lectura es leída en bodas y también en predicaciones sobre la unidad en la iglesia. La unidad es interpretada en este pasaje como un mandato y algo que debe ser natural para la iglesia; pero si sólo lo interpretamos de esa manera perdemos de vista el propósito de Pablo en la carta.
El capítulo 12 comienza hablando sobre los dones espirituales, y luego continúa con la analogía de los miembros de un cuerpo y el cristianismo. En el capítulo 11 y los capítulos anteriores, él señala los desafíos que tenía ante sí la joven iglesia de Corinto. Él señala los pecados que habían entre ellos, pero también les demuestra el deseo de discipularlos a fin de que aprendieran a ser verdaderos creyentes.
Volvamos al capítulo 13 que nos habla del amor incondicional. Pablo intencionalmente escribió y colocó en medio este tema para poder llamar la atención de sus lectores en Corinto y el resto de la iglesia, y aun para nosotros hoy.
Juan 13:35: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. El mundo reconocerá que somos discípulos de Cristo a través del amor que tengamos los unos por los otros, como bien lo escribió Pablo en el capítulo 13, debemos amar a nuestros hermanos en la fe. ¡El mundo sabrá si somos cristianos o no por la manera en que nos tratemos los unos a los otros!
Después del maravilloso capítulo del amor, Pablo continúa enseñando sobre el comportamiento cristiano y la adoración. Pero el tema de la unidad continúa siendo su enfoque en estos (y otros) capítulos. Sin lugar a dudas, Pablo sabía que los creyentes en Corinto necesitaban cambiar algunas áreas de sus vidas, pero el cambio implicaba unidad a través del discipulado.
Yo he tenido la oportunidad de participar en algunas sesiones de negocio eclesiales en las que se han discutido asuntos administrativos y disciplinarios. Desafortunadamente, en algunas de estas reuniones lo menos que ha habido ha sido unidad. De hecho, una iglesia se dividió porque no pudieron ponerse de acuerdo en cuanto al color de la nueva alfombra. El desacuerdo entre los miembros creció tanto que hubo disensión y actitudes defensivas.
Me pregunto, qué hubiera opinado del cristianismo una persona inconversa que hubiera entrado a esa reunión. ¿Acaso no somos embajadores? El plan de Dios es que todos seamos miembros de un solo cuerpo. Para lograr esto se requiere que haya unidad entre nosotros. Forzando un poco la analogía de Pablo, ¡sería bastante “extraño” que una persona entrara al santuario de la iglesia y se proclamara como el miembro más importante del cuerpo!
La unidad es una actitud que se aprende –se convierte en un estilo de vida– y nos hace entender que todos somos miembros funcionales de un solo cuerpo, y que no se trata necesariamente de estar de acuerdo con la opinión o acciones de otra persona, sino de aceptarlos con respeto y humildad. Unidad no significa que tenemos forzosamente que estar de acuerdo con otra persona. Unidad es amar (1 Corintios 13) y hacer todo lo necesario para la unidad del cuerpo. “Mi preferencia personal no es más importante que el bienestar de todo el cuerpo”.
Pablo enfáticamente nos dice que se debe procurar el discipulado para fomentar la unidad en el cuerpo. Yo no soy un aficionado a los deportes, así que realmente no puedo utilizar una analogía o historia deportiva, pero sí puedo compartir una historia de mis días en el ejército.
Yo era sargento del ejército en Fort Irwin (Death Valley, California), y nuestro trabajo era entrenar a otras tropas como si nosotros fuéramos la fuerza contraria. Cada pocas semanas recuerdo que llegaban diferentes tropas y utilizábamos algunos juegos de guerra para los ejercicios. Pero fuese con infantería o con tanques que se hicieran los ejercicios casi siempre ganábamos nosotros.
La experiencia de las tropas visitantes no era siempre la mejor, pues nosotros estábamos siempre en la delantera. La clave de nuestro buen ejército estaba en que siempre estábamos perfeccionando nuestros métodos de comunicación, nuestra solidaridad y unidad entre nosotros y nuestra lealtad con el equipo entero —cada miembro hacía su parte por el bien del cuerpo entero. Ningún miembro era inferior; siempre trabajamos unidos.
Como de costumbre, se compartía la lección que se aprendía de los ejercicios con cada una de las unidades y después de cada sesión se hacía una evaluación del rendimiento de los soldados. A simple vista, para los soldados que llegaban para ser entrenados demostraban estar unidos los unos con los otros, pero a la hora de los ejercicios había desafíos entre ellos, especialmente cuando se trataba de sacrificar tiempo para otros. El propósito de las evaluaciones era demostrar las áreas en las que tenían que mejorar a fin de alcanzar la unidad de todo el grupo. La diferencia en mi grupo era que siempre estábamos dispuestos a sacrificar nuestros recursos, y de nosotros mismos, para que nuestro grupo avanzara. Desafortunadamente este no era el caso de muchos de los grupos que llegaban a entrenar. La falta de unidad era muy evidente entre ellos.
Este ejemplo de desunidad también se ve en las iglesias. Cuando los miembros no aprenden a trabajar juntos para un bien común, la iglesia se vuelve débil. La unidad es vital para la salud de la iglesia. Cada miembro, incluyéndonos a usted y mí, tiene la responsabilidad de contribuir a la unidad de la iglesia.
Para ayudarnos a entender mejor el concepto de la unidad, Pablo en la carta a los efesios habla sobre el amor, diciendo: “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones” (1:15, 16). Pablo, claramente, expresó su agradecimiento a la iglesia por la unidad que había entre ellos siendo manifestado a través del amor los unos a los otros. Todo creyente tiene la responsabilidad de ser una fuente de unidad. No debe haber entre nosotros ninguna actitud divisiva o cismática. Más bien, debemos amar a nuestros hermanos de la iglesia incondicionalmente. Esto no significa que siempre vamos a estar de acuerdo con todas las personas, pero sí significa que debemos estar dispuestos a sacrificar nuestras propias preferencias para mantener la unidad en nuestra iglesia.
¡No habrá unidad en la iglesia si los miembros no perdonan! Muchos miembros viven con ira y dolor en su corazón debido a lo que otro miembro ha dicho o hecho, y ese desacuerdo que no ha sido perdonado en amor y unidad continúa carcomiendo el gozo cristiano. A menudo decimos: “Lo perdonaré, porque así lo manda la Biblia”, o “Lo perdonaré, pero nunca lo olvidaré”. Estos ejemplos no demuestran un verdadero perdón. Esta actitud muestra que el ego y preferencia personal del individuo van por encima de la responsabilidad bíblica.
Las Escrituras nos exhortan a madurar plenamente en nuestra relación con Dios, a fin de alcanzar la unidad; de lo contrario, siempre habrá desunión. La unidad es como un rompecabezas enorme. La alegría está en armar cada pieza, más que en el producto terminado. Recuerde que Cristo nos amó tanto que murió en la cruz para que podamos ser perdonados. Y ahora, así como Él nos perdonó, debemos perdonar a otros. El perdón es fundamental para la unidad entre nosotros.
Brent Hoefling
Texarkana, Texas
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