En pocos días, Jesús estaría dando Su último suspiro sobre la cruz. Había tensión en el ambiente porque Él había limpiado el templo y los principales sacerdotes estaban airados. Él también había expuesto la pecaminosidad de los líderes judíos quienes habían promovido la corrupción en la corte de los gentiles. El templo se había convertido en un lugar ruidoso de comercio, mucho de lo cual era deshonesto; y ya no era un lugar de conexión entre Dios y los gentiles. En este clímax controvertido, le preguntaron a Jesús había escuchado la adoración de los niños:
Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza? (Mateo 21:15, 16).
Jesús respondió con un simple ¡SÍ! Por supuesto que Él había escuchado la adoración de los niños. La adoración de los pequeños era el ruido más hermoso y santo sobre la tierra ese día. La respuesta de Jesús incluyó el Salmo 8:2, una escritura que señala que la adoración de los niños es una adoración perfecta.1
Quiero hacerle una pregunta sencilla: ¿Valora la iglesia donde nos congregamos la adoración de los niños como lo hizo Jesús? ¿Nos asombra la realidad de que a Dios le agrada la adoración de los niños? Yo creo que nuestra manera de pensar afecta las cosas que hacemos, y lo que nosotros nos esforzamos por hacer pequeños cambios en ambas áreas –en las cosas que pensamos y hacemos– vamos a lograr que la perspectiva de la iglesia cambie grandemente tocante a los niños. Comencemos con nuestra manera de pensar:
- La perspectiva correcta—El ministerio de niños no es una guardería. Muchos seguidores de Cristo hoy en día conocieron a Dios cuando eran niños. ¡Ministrarles a los niños es la oportunidad más grande que tiene la iglesia hoy día! En lugar de categorizarlos como “la iglesia del mañana”, tenemos que entender que los niños y jóvenes son una fuente de energía, diversión y valentía para la iglesia hoy día. Estos elementos son esenciales para la vida de toda iglesia. Si no tenemos niños, no tenemos presente ni futuro.
- La motivación correcta—Algunas personas ven el ministerio de niños como una manera de ganar a las familias jóvenes. Aunque puede haber algo de verdad en este pensamiento, ésta no debe ser la motivación principal. La iglesia debe usar sus dones y recursos con diligencia para ministrarles a los niños, porque son personas creadas a la imagen de Dios y necesitan conocer Su amor. Es importante que les demos esta oportunidad mientras aún son sensibles y, antes de que sus vidas sean destruidas por las adversidades que vienen tras una vida apartada de Dios. Nuestra atención para con ellos debe ser igual para todos, ya sea que sus padres quieran o no ser parte de la iglesia.
- Las expectativas correctas—Con muy pocas excepciones, los niños deben ser bienvenidos y esperados en todos los eventos apropiados para su edad. Ellos traen energía y diversión a la iglesia. Los niños no deben ser vistos como “consumidores”. Más bien, deben ser motivados a servir en actividades/eventos apropiadas para su edad.
- Las personas correctas—Debemos asignar a nuestros mejores maestros y líderes a las áreas de mayor oportunidad. Por lo tanto, debemos darle lo mejor de nosotros a nuestros niños —nuestros maestros y líderes más talentosos y comprometidos.
- Los recursos correctos—Presupuesto: La manera en que invertimos nuestro dinero revela dónde se encuentra nuestro corazón, y dónde invertimos nuestro dinero es donde crece nuestro corazón en amor. Cuando invertimos nuestros recursos, estamos invirtiendo nuestros corazones en el ministerio a los niños.
- Las palabras correctas—Debemos usar el lenguaje correcto cuando nos referimos a los niños. Algunas iglesias necesitan cambiar en esta área. Por ejemplo, la manera en que describimos dónde se reúnen los niños para adorar: “Los niños se reúnen en el sótano”, “en la parte de atrás” o “ellos no son parte del servicio principal”. Las palabras que utilizamos no solo reflejan cómo vemos las cosas, sino que también determinan cómo las veremos en el futuro.
- Los pasos correctos—Salude a los niños: Yo me pongo sobre una rodilla –para estar a su estatura– y les hablo cara a cara. Puedo escucharlos y también les dejo saber que los estoy escuchando. Algunos niños no están acostumbrados a que los adultos platiquen con ellos, por eso puede que pasen varias semanas antes de que se sientan con la confianza de darle sus nombres. Muchas veces, antes de saludar a los padres, los saludo a ellos, especialmente si los niños me conocen. Quiero que sepan que me da mucho gusto verlos. Este es un maravilloso momento para expresarles mi aprecio a través de una palmada en el hombro, un apretón de manos y algún otro contacto físico culturalmente apropiado.
- La atención correcta—Escuche a los niños porque ponen a prueba nuestras intenciones. A menudo quieren hablar de cosas que normalmente no están en nuestra lista de cosas importantes. Por ejemplo: “¡Vi un perro camino a la escuela ayer!”. Esto es una puerta abierta para entrar al mundo del niño.
- La instrucción correcta—Enséñele a los niños en su entorno. Como pastores debemos tomar un domingo del “servicio principal” e ir y enseñarle a los niños en su entorno y a su nivel. Debemos aprovechar toda oportunidad para discipularlos. También necesitamos conocer a los líderes que le están ministran a los niños e invertir en su desarrollo. Permita que Dios le ayude a ver la grandeza en cada niño. Por ejemplo: Conozco a un niño en la iglesia que es bastante “activo” los domingos por la mañana, pero también sé que es muy diestro haciendo manualidades.
- La esperanza correcta—Debemos alcanzar a los niños en nuestras comunidades. Esto ha dado buenos resultados en la iglesia donde sirvo. Todos los años hacemos una actividad de Semana Santa, manualidades navideñas y otros eventos comunitarios en cooperación con el gobierno de nuestra ciudad y los negocios locales. ¡Nos conocen como la iglesia que “hace actividades para los niños”!
En la medida que cambiemos nuestra manera de pensar y actuar, comenzaremos a reflejar más el inmenso valor que tienen los niños para Jesús.
Dan Chatham, Pastor
Collingwood, Canadá
1Morris, L. (1992). The Gospel according to Matthew (El evangelio según San Mateo) [p. 529]. Grand Rapids, MI; Leicester, Inglaterra: W.B. Eerdmans; Inter-Varsity Press.
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