Precioso, normalmente significa algo muy costoso, amado o muy valioso. Quizá lo podamos mantener bajo llave y candado para protegerlo o exhibirlo para compartirlo con otros. Somos preciosos ante los ojos de Dios y Él nos sostiene en el hueco de Su mano. Los fariseos lo podían ver en Sus ojos. Este hombre, Jesús, no era como sus líderes religiosos; a Él le importaban las cosas. Él sentía compasión por estas personas, porque estaban siendo dispersas como ovejas sin pastor. Se supone que sus líderes religiosos fuesen pastores amorosos representando a un Dios amoroso y misericordioso. Sino, al contrario, menospreciaban a las personas comunes. Era un concepto completamente contrario al punto de vista de Dios hacia Su pueblo.
En Jeremías 31:3, Él dijo, “Con amor eterno te he amado”. Pero hoy día, Satanás continúa diciéndole a las personas que no son amadas y no tienen valor. Hoy, muchas personas crecen en familias donde no hay “amor natural”. Muchos tienen que convivir diariamente con personas que son agresivas, egoístas y obstinadas; sufren años de maltrato, odio o abuso; han sido convencidos de que no tienen valor y no son dignos de ser amados. Alguien dijo en una ocasión, “Siento que nadie me ama, y no siento amor por nadie. Se me hace difícil creer que Dios se preocupa por mí”. Si Dios estuvo dispuesto a pagar tan alto precio –la preciosa vida de Su Hijo– para comprarnos una oportunidad de vivir eternamente, ciertamente Él nos ama, ciertamente tenemos algún valor ante Sus ojos. Sería bien desalentador sentir que no estamos agradando a Dios, que ninguno de nuestros esfuerzos valen la pena o que cualquier cosa que hagamos no es suficiente.
La mayoría de nosotros en algún momento u otro somos demasiado severos con nosotros mismos. Pero debemos recordar que la Palabra de Dios ha sido diseñada para enderezar las cosas. Consideremos entonces, tres maneras en las cuales la Biblia nos enseña que somos preciosos para Dios.
- Dios nos valora
La Biblia nos enseña que cada uno de nosotros tiene valor ante los ojos de Dios. Jesús dijo, “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Lucas 12:6, 7). Si piensa que esta ilustración es irrealista, considere esto: Dios recuerda a Sus siervos fieles tan completamente que Él puede resucitarlos, recrearlos detalladamente, incluyendo sus complejos códigos genéticos, y todos sus años de recuerdos y experiencias. Contar nuestros cabellos (de los cuales la cabeza promedio tiene cerca de 100,000) en comparación, sería un gran sencillo.
2. ¿Qué ve Dios en nosotros?
Mientras Dios escrudiña los miles de millones de corazones humanos en este mundo violento y lleno de odio, cuán contento debe estar cuando encuentra un corazón que ama la paz, verdad y justicia. ¿Qué ocurre cuando encuentra un corazón que está lleno de amor por Él y busca conocerlo mejor y comparte ese amor con otros? Tales cualidades son “preciosas” para Él. Sin embargo, un corazón auto-condenador quizá se resista a la evidencia de nuestro valor ante los ojos de Dios. Quizá susurre constantemente, “Pero hay muchas otras personas que están más cualificadas que yo. Dios ha de sentir tanta decepción cuando me compara con ellas”. Dios no hace comparaciones, ni tampoco tiene una mentalidad rígida de “todo o nada”. Él escudriña los corazones con gran pasión y misericordia y valora las buenas cualidades en todo nivel.
El comentarista bíblico Matthew Henry dijo, “Donde hay algo bueno en cualquier cosa, se encontrará. Dios lo busca, lo ve, no importa cuán pequeño sea, Él está contento con él”. No olvide que si Dios encuentra aunque sea una pequeña cantidad de una buena cualidad en usted, Él puede hacer que crezca, siempre y cuando sea fiel.
El Salmo 139:1-3 nos dice, “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos”. Dios lo conoce todo.
¿Cuáles son algunas de las buenas obras que Dios valora? Una buena obra es esparcir las buenas nuevas del reino de Dios. Por lo tanto, cuando hacemos buenas obras para Él, nos volvemos preciosos ante Sus ojos.
Otra buena cualidad que Dios valora es nuestra resistencia. A veces la resistencia no es fácil. Los problemas de salud, el estrés, dificultades financieras y problemas emocionales, pueden hacer de cada día una lucha. La resistencia, cuando se enfrenta a tales pruebas, es todavía más preciosa ante Dios (Salmo 56:8). Sí, Jehová valora y recuerda todas las lágrimas y el sufrimiento que soportamos al mantener nuestra lealtad a Él. Ellas (nuestras lágrimas) son preciosas para Él.
3. ¿Qué ha hecho Dios por comprobar Su amor?
Nunca debemos olvidar lo que Dios hizo en el Calvario. El apóstol Pablo escribió, “Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Dios personalmente nos lleva hacia Su Hijo para que podamos tener vida eterna. Somos piedras preciosas.
Santiago 5:7 dice que somos precioso fruto. “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía”. ¿Estamos compartiendo fruto espiritual —amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza? Ese es fruto precioso.
En 1 Juan 3:22 dice, “Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables (preciosas) delante de él”.
El Salmo 116:15 dice, “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos”. Él nos dirá, “Ven a casa, mi hijo precioso, ven a casa. Hay una corona esperándote”.
Permítame preguntar, ¿Es Dios precioso para nosotros? ¿Es Él número uno? ¿Es Él nuestro amigo amado? ¿Es Él inestimable para nosotros? ¿Ha sido Él nuestra madre, padre, esposo, protector, hermana, hermano?
En 2 Pedro 1:4 dice, “por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. Somos piedras preciosas y podemos obtener estas preciosas promesas.
Si nunca tenemos tiempo para orar, por lo menos debemos orar esta oración cada día; entrar a Su presencia:
Padre nuestro (una relación y fe personal) que estás en los cielos, santificado sea tu nombre (adórelo primero). Venga tu reino (vivimos con expectativa), hágase tu voluntad (demuestra sumisión), como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día (todo lo que necesitemos para el día, no solo alimento, sino podría ser por paz, nuestra salud, nuestras necesidades financieras, o la restauración de una relación), dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas (confesamos que necesitamos ayuda; para hacer la situación más fácil de manejar), como también nosotros perdonamos a nuestros deudores (las personas que nos deben a nosotros; pensamos que otras personas nos deben más —más tiempo, más amor, más entendimiento, más ayuda financiera, perdónelos y olvídelo). Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal (no solo del pecado directo, sino de cualquier cosa que nos está agobiando, de modo que no pasamos tiempo con Él, o para Él o en Su Palabra o nos roba la alegría); porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Esta es una oración de entrega de nuestra parte; no es hacer que Dios haga nuestra voluntad, sino nosotros la de Él. Algunos predicadores hablan sobre la prosperidad, otros predican pobreza, pero Cristo predicaba sobre la provisión. Él quiere que confiemos en Él diariamente.
—Thelma Burt
Cambridge, Ohio
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