La alegría llega en la mañana

The Official Publication of the Church of God of Prophecy

Elías Rodríguez | Instructor del CLB

Aunque sabemos que Dios hizo la noche para el descanso, y que dijo ser buena, también hemos comparado la oscuridad de la noche con los momentos difíciles en nuestras vidas. Cuando atravesamos situaciones dolorosas, tenemos la tendencia de compararlas con la oscuridad de la noche. Las enfermedades, la separación de nuestros familiares, las dificultades y la muerte son algunos factores que nos cubren con una capa de oscuridad. Una cosa que puede ayudarnos en los tiempos oscuros de nuestras vidas es la esperanza de un nuevo amanecer. El amanecer evoca la luz de un nuevo día y la esperanza de que todo cambiará. La luz del día crea en nosotros la expectativa de que las cosas mejorarán y nuestros problemas se resolverán.

    Los discípulos pasaron un momento de oscuridad cuando Jesús murió. Él había sido crucificado y sepultado, y ahora este grupo de hombres y mujeres atravesaban un momento de desesperación porque su Maestro ya no estaba con ellos.

    Pero esa oscuridad no duraría toda la noche. El tiempo pasaría y la mañana habría de llegar. El amanecer traerá un nuevo día; el día que hemos esperado 4 mil años. Ese día anunciado por los profetas y esperado por la humanidad caída y la tierra maldita. Fue en ese amanecer que Jesús obtuvo la victoria sobre el pecado y el diablo. Gloria a Dios por la mañana.

La mañana trajo la resurrección de Jesús (Juan 20:1-10)

    A pesar de que el viernes fue un día oscuro y lleno de sombras, el sábado fue un día de descanso, y el domingo fue uno de victoria. Dice el Salmo 30:5, “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría”.

    Juan escribe que, siendo aún muy oscuro, María Magdalena fue a la tumba y vio que la piedra había sido quitada. Al ver esto, corrió hacia Pedro y Juan, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (v. 2). Al instante, Pedro y Juan corrieron hasta el sepulcro para confirmar la noticia de María. Mientras iban hacia allá, Juan se le adelantó a Pedro y llegó primero al sepulcro, y aunque miró adentro y vio los lienzos con los cuales habían envuelto a Jesús el día que fue sepultado, no entró. Sin embargo, con su bravuconada de siempre, Pedro entró al sepulcro y vio los lienzos y el sudario que habían usado para cubrir el cuerpo de Jesús que estaban en un lugar aparte. Entonces Juan cobró valor y entró, y “vio, y creyó” (v. 8), añadiendoque ellos “aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos” (v. 9). Entonces cada cual se regresó a su casa con sus familias. Por alguna razón, Pedro y Juan no se percataron que habían dos ángeles en el sepulcro. Sin embargo, María, quien se había quedado allí llorando, cuando miró dentro del sepulcro, “vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto” (v. 12). María estaba a punto de descubrir que el amanecer que se aproximaba cambiaría su llanto en alegría. Los dos ángeles que estaban en el sepulcro le preguntaron por qué lloraba, y ella les respondió: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto” (v. 13). Es interesante observar que los ángeles no le respondieron a María, sino que dejaron que la historia transcurriera para ver lo que habría de revelarse, porque tan pronto ella les contestó, Jesús se le apareció y preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (v. 15). Y pensando que era el jardinero, ella le dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré”. Jesús le respondió llamándola por su nombre: “María”. Eso fue suficiente para ella reconocer que era Jesús quien le hablaba, y respondió: “¡Raboni!” Qué experiencia maravillosa fue esta para María. Ya no habría más llanto, ella experimentó la alegría esa misma mañana. El llanto de María había durado toda la noche, pero la alegría llegó en la mañana y ella pudo repetir las palabras del salmista: “Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre” (Salmo 30:11, 12). La mañana le trajo a María a su amado Jesús. ¡Pero esa mañana María recibió mucho más!

La mañana trajo una nueva relación de familia (Juan 20:17)

   Jesús le dio una comisión a María, cuando le dijo: “ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. Con la resurrección de Jesús, además de ser nuestro Señor y Salvador, también sería nuestro hermano. Su Padre es nuestro Padre, y Su Dios nuestro Dios. Ahora somos parte de Su familia.

La mañana trajo una nueva comisión (Juan 20:19-23)

    Al anochecer de ese mismo día, Jesús se les apareció a Sus discípulos que estaban escondidos por miedo. Se puso en medio de ellos, y dijo: “Paz a vosotros”, y les mostró las heridas en Sus manos y en Su costado. Esta aparición del Maestro los llenó de gran gozo. Su angustia había cambiado en alegría. Poco después, Jesús les dio una comisión a Sus discípulos. Él sopló sobre ellos; les ordenó que recibieran el Espíritu Santo, y les dio autoridad para perdonar pecados. Los discípulos recibieron una gran responsabilidad. Ellos tendrían que predicar de Jesús a la gente que, contrario a ellos, no tuvieron el privilegio de conocerlo personalmente, pero que Lo llegarían a conocer a través de su fe. Jesús dijo: “bienaventurados los que no vieron, y creyeron”(20:29). Nosotros estamos dentro de esa categoría, pues amamos a Jesús aunque no Lo hayamos visto (1 Pedro 1:8).

Conclusión

    No hay duda que atravesaremos situaciones dificultosas. Experimentaremos la separación o la muerte de un ser querido, enfermedades incurables, desempleo, conflictos de familia, etc., y nos podamos sentir sobrecargados por nuestra impotencia para resolverlos. Pero quiero decirles que hay esperanza. Quizás nos veamos en una situación en la que, al igual que María, lloremos frente a la tumba, sin percibir que Jesús está allí, y que está dispuesto a identificarse con nosotros para consolarnos y cambiar nuestro lamento en baile. Jesús está con nosotros a pesar de nuestras dificultades. Debemos recordar que el amanecer viene. La noche terminará y Jesús regresará por nosotros. ¡Estaremos con Él por la eternidad!