Hay dos versículos de las Escrituras que había leído varias veces, pero realmente nunca entendí hasta hoy. Al principio quizá usted no entienda el significado de estos versículos, porque provienen de un pasaje algo desconocido.
Aquí hay una escena familiar: Lucas 22 comienza con Judas decidiendo traicionar a Jesús. Él buscó una oportunidad para entregar a Jesús cuando no había una multitud alrededor.
Luego, la próxima escena presenta una celebración de la Pascua que Jesús está compartiendo por última vez con Sus discípulos. Cuando terminó la cena, los discípulos comenzaron a discutir entre sí tocante a cuál de ellos era el mayor. Jesús terminó la plática diciendo que uno de ellos Lo traicionaría. Pedro dijo que nunca lo haría, pero Jesús le dijo que sí lo haría tres veces antes de que terminara la noche.
Dejando el aposento alto, Jesús fue al Monte de los Olivos a orar, concluyendo Su oración con ochos palabras que cambiarían el tiempo y la eternidad —“No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Cuando terminó de orar, llegó una multitud para arrestar a Jesús. Fueron guiados por Judas, quien traicionó a Jesús con un beso. Pedro, en su intento desesperado por probar su lealtad, desenvainó su espada y le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote. Jesús regañó a Pedro y sanó la oreja del siervo.
Esos eventos son conocidos para muchos, pero al igual que yo, quizá pudo haber olvidado los próximos dos versículos. “Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas” (Lucas 22:52, 53).
Enfoquémonos en las últimas cinco palabras de Jesús: “…la potestad de las tinieblas”.
Los eventos de ese jueves verdaderamente son tenebrosos. Las escenas más memorables ocurren en la noche, y el sentir predominante es sombrío, debido a la presencia latente de Satanás a medida que invade el corazón de Judas, trae división entre los demás discípulos y causa que Pedro tropiece por su propio orgullo. Podemos imaginar las sombras de temor entre los olivos mientras que Jesús ora amargamente. Las tinieblas cubren todo esa terrible noche. Así tenía que ser. Sin embargo, ¡tenemos un motivo de alegría!
Durante la época de la Pascua celebramos y también nos lamentamos a medida que recordamos el drama de la historia a través de mensajes, cantos y símbolos. Nuestros corazones se quebrantan por la lucha humana de Jesús en el jardín del Getsemaní. Nos asusta la traición de Judas. Nos molesta la cobardía de Pilato. Nos da horror la flagelación de nuestro Señor. Lloramos al ver a nuestro Señor clavado en la cruz por nuestros pecados. Y nos regocijamos al ver la tumba vacía.
Estos grandes eventos están grabados por siempre en nuestra memoria colectiva como los más importantes de la humanidad. Los conocemos y revivimos muy bien, como debe ser. Sin embargo, al recordar estas grandes escenas, a menudo ignoramos los detalles menos conocidos de la Pascua y no vemos la gloria de Dios que a veces se esconde en medio de las tinieblas.
Además de los grandes panoramas, hay dos detalles pequeños e ignorados en el evangelio de Juan, los cuales revelan una verdad de glorioso significado en la historia de la Pascua.
Podemos leer en Juan 1:1-5, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. ¡Recuerde esto!
El jueves por la noche, Jesús admitió que era la hora para que las fuerzas de las tinieblas prevalecieran —“Mas esta es vuestra hora”, dijo Jesús a la multitud, “y la potestad de las tinieblas”. Lentamente pero de manera segura parecía que las fuerzas de las tinieblas estaban anulando la luz de la vida.
El viernes, las tinieblas aumentaron, tragando la luz durante el juicio de Jesús, mientras que la verdad fue debilitada por mentiras tenebrosas. Las tinieblas prevalecieron cuando Jesús estaba siendo golpeado por soldados romanos. Las tinieblas surgieron de las acciones cobardes de Pilato y fueron derramadas de las demandas iracundas de una multitud que eligió a Barrabás por encima de Jesús.
Algunos destellos de luz se asomaron en medio de las sombras cuando Simón ayudó a Jesús a cargar Su cruz y cuando Jesús mismo habló palabras de perdón durante Su agonía en la cruz. Pero cualquier esperanza de que la luz prevaleciera ese día terminó al mediodía, el cual debió haber sido el momento más brillante del día. Lucas lo registra de esta manera: “Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad” (Lucas 23:44, 45).
Qué escena tan horrible estaba ocurriendo, pues las palabras que Jesús habló a las fuerzas de Satanás la noche anterior tristemente probaron ser verdad: “mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas”. Al parecer la guerra había terminado. Jesús había perdido. Satanás había ganado. No había esperanza. Las tinieblas habían derrotado a la luz. Sin embargo, en medio de la maldad y oscuridad que prevalecían, no debemos olvidar las palabras proféticas y triunfantes de Juan quien proclamó que las fuerzas de Satanás nunca podrían vencer la Luz del mundo.
Sin embargo, yo creo que Satanás sintió que había vencido cuando el cuerpo de Jesús fue bajado de la cruz y sellado en la oscuridad de la tumba. Obviamente Satanás nunca había leído, o pudo haber ignorado, las palabras que se encuentran en Juan 1:5, porque no tengo duda de que él creyó que las tinieblas habían vencido finalmente a la luz. Y parece que ante todo el mundo, en ese terrible viernes, las palabras brillantes de Juan fueron tragadas por las tinieblas.
Sin embargo, al final del evangelio de Juan, encontramos otro detalle aparentemente insignificante. Aquí encontramos a María Magdalena llorando ante la tumba de Jesucristo, sobrecogida por el lamento y la confusión. Su mundo había colapsado; al parecer no había esperanza.
Pero lo que descubrió María ese domingo por la mañana es la verdad que se encuentra en las palabras breves al principio del capítulo 20 de Juan: “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro” (Juan 20:1). Al parecer las tinieblas habían vencido a la luz, pero ocurrió otra cosa. Notemos las tres palabras que se encuentran en la parte de en medio del versículo “…siendo aún oscuro…”
La Biblia no da muchos detalles sobre lo que pasó durante esas horas oscuras después de la muerte y sepultura de Jesús. En mi imaginación santificada, he visualizado qué pudo haber ocurrido.
Me imagino a Satanás y todos los demonios de las tinieblas celebrando ese fin de semana. Quizá habían estado cantando y bailando por su aparente victoria. Satanás pensó que había ganado. Él pensó que había destruido a Jesús en la cruz y que nuestro Señor estaba atado permanentemente a las tinieblas de la tumba. Satanás pensó que él, el príncipe de las tinieblas, había apagado la luz de Jesús para siempre. Imaginémoslo presumiendo de su victoria más reciente. Visualice por un momento una fiesta demoníaca en plena celebración. Luego, por encima del ruido malvado, imagine un fuerte golpe en la puerta del infierno. Imaginemos por un momento esta puerta abriéndose lentamente y Jesús entrando con Su cabeza bajada.
Quizá Satanás pensó que Jesús había llegado a conceder Su derrota, pero en medio de la oscuridad opresiva, la Estrella de la Mañana brillante comenzó a radiar. Mientras caía un silencio, Jesús camina hacia Satanás, levanta Su cabeza, lo mira fijamente a los ojos y dice, “¡La fiesta terminó Satanás! Dame las llaves de la muerte, el infierno y la tumba. He venido a retomar todo lo que me robaste”.
Sí, ahora es evidente que Satanás había olvidado un pequeño detalle de la verdad eterna que se encuentra en Juan 1:5, las tinieblas realmente nunca podían vencer a la luz. Quizá algunos de nosotros lo hemos olvidado también, pero debemos redescubrir y reclamar una pequeña verdad pero eternamente valiosa —las tinieblas nunca podrán vencer a la luz.
Nunca olvide la otra pequeña porción de la verdad en Juan 20:1, aun cuando esté completamente oscuro alrededor de nosotros, hay una victoria brillante y radiante para cada uno de nosotros a través del poder de la resurrección que irrumpió de la tumba. Después de todo, Jesús yació en una tumba oscura, envuelto por las tinieblas del pecado, pero antes de que llegara María -“siendo aún oscuro”- la luz de la resurrección de Jesucristo irradió de la tumba, y antes de que el sol se asomara del horizonte esa mañana, la Estrella de la Mañana se levantó en radiante triunfo, derrotando finalmente, no solo las tinieblas de Satanás, sino también venciendo a la muerte, el infierno y la tumba.
Aunque todo a nuestro alrededor puede parecer oscuro, regocijémonos en la luz que aún brilla detrás de la tumba vacía. Descubramos la gloria de Dios brillando en medio de nuestros momentos oscuros, ¡y que sea uno de los días más brillantes!
Regocijémonos en la luz del Cordero resucitado, mientras declaramos con los santos de todas las edades: “¡Aleluya, Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente Él ha resucitado, aleluya!
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