Filipenses 1:27-30: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios. Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí”.
Uno de los mayores detrimentos que afectan la fuerza y el crecimiento de la iglesia es la apostasía —el apartarse de la verdad. La contienda y la desunión entre los cristianos es una señal de que la apostasía está afectando a la iglesia. La contienda y la desunión es una violación a las palabras de Jesús en Juan 13:35: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
El líder sabio se esfuerza cada día por alcanzar y mantener la unidad porque entiende que la unidad es esencial para alcanzar el éxito. Esta verdad aplica especialmente al liderazgo de la iglesia. Ya sea que el líder se desempeñe como pastor de una congregación, o sea un líder translocal a cargo de la supervisión de muchas iglesias, uno de sus muchos deseos y responsabilidades es esforzarse para mantener la salud de las congregaciones. Un buen líder entiende que si no hay unidad nunca se podrá alcanzar el éxito.
Por muchos años he servido en diferentes posiciones del liderazgo eclesial, y he visto como algunas iglesias han sufrido divisiones y algunas hasta cerraron sus puertas a causa de la desunión ente los miembros. Pero también debo decir que no solo los miembros causan problemas, sino también los líderes. He escuchado a pastores decir cosas hirientes y crueles a los miembros de sus iglesias. A veces en la frustración del momento se les olvida a los siervos de Dios de que son los pastores del rebaño, y dicen cosas hirientes que alejan a las ovejas del redil. En ningún momento durante estos conflictos podría decir el pastor con toda honestidad, “Yo amo a esta persona”. Algunas de las disputas que dividen a la iglesia o hacen que el pastor renuncie son extremadamente insignificantes y carecen de amor cristiano. Esto no sólo es oposición con toda la intención. ¡Y todo es resultado de la falta de amor y unidad!
El apóstol Pablo reconoce el valor de la unidad. Él sabía por su propia experiencia y sufrimientos que la iglesia primitiva enfrentaría cierta oposición (Filipenses 1:30). Por esta razón les advirtió a sus amigos a estar preparados. El sufrimiento y el conflicto llegaría a sus puertas. La iglesia de Corinto también era de gran preocupación para Pablo. En 1 Corintios 1:10, él les expresó su preocupación, diciendo: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”.
Los corintios habían formado grupitos (camarillas) basados en la supuesta superioridad de varios de los líderes dentro de la iglesia. Estas divisiones habían destruido la unidad de la congregación local y creado disensión entre ellos. En el verso anterior, Pablo claramente señala el problema de la división y declara que es incorrecto. Pero también les insta a resolver sus diferencias y a restaurar la unidad de la congregación.
Hay cosas que no son esenciales para la salvación sobre las cuales tenemos diferentes opiniones, tales como los diferentes estilos de adoración, el tiempo que debe durar la adoración, etc., y no hay nada de malo en ello. Sin embargo, hay demasiados creyentes que utilizan estas diferencias para crear conflicto, ira y promover un espíritu de división en las iglesias. Cuando este comportamiento es evidente en la vida de un creyente, el amor de Dios no permanece en él/ella —el orgullo toma dominio de su corazón. Cuando el orgullo llena el corazón de un creyente, él/ella pierde la humildad la cual es necesaria para la unidad. En la carta a los filipenses, el apóstol Pablo hace un llamado tripartito a la unidad a los creyentes de Filipo y a la iglesia hoy día.
Unidos en propósito
Filipenses 1:27 señala claramente que las iglesias pueden tener éxito cuando todos sus miembros están de acuerdo con respecto a su propósito, y trabajan juntos para alcanzarlo. ¡Ciertamente hasta un equipo ordinario puede ganar un partido si sus jugadores trabajan juntos! En su desafío a los filipenses con respecto a la unidad en propósito, el apóstol Pablo primero los llamó a ser dignos del evangelio. Él les exhortó a comportarse como es digno del evangelio y no en deshonra. En segundo lugar, los llamó a defender el evangelio. La defensa del evangelio debe unir a todas las congregaciones.
Unidos en actitud
Pablo llamó a los filipenses a unirse “en un solo espíritu”. Este llamado no se refiere al Espíritu Santo, más bien a la actitud de ellos. El anhelo del apóstol era que los filipenses fueran como los primeros creyentes en Jerusalén que “eran de un corazón y un alma” (Hechos 4:32). Este llamado refleja tanto la unidad de propósito como la unidad de corazón. Desafortunadamente, las iglesias a menudo fallan en alcanzar esta unidad.
Charles Swindoll relata la historia de dos congregaciones, en un pequeño pueblo que por varios años habían estado luchando por sobrevivir. Finalmente las dos iglesias decidieron reunirse para dialogar sobre la idea de formar una sola congregación. Desafortunadamente, el plan no se llevó a cabo porque los miembros de ambas iglesias se enfocaron demasiado en asuntos insignificantes. Hubo desacuerdo entre ellos en cuanto a cómo recitar el Padre Nuestro. Un grupo insistió en que la oración debía incluir la frase, “perdónanos nuestros pecados”, mientras que el otro grupo insistió en la frase, “perdónanos nuestras deudas”. Tanto fue el desacuerdo que el periódico local reportó que una de las iglesias “volvió a sus pecados”, mientras que la otra “volvió a sus deudas”. Desafortunadamente hay demasiadas iglesias que son como estas que hemos mencionado: los miembros están de acuerdo con el propósito de la iglesia, pero no se ponen de acuerdo en cuanto a cómo cumplir con él.
Unidos en acción
Pablo desafió a los filipenses a estar firmes “unánimes”. Su anhelo era que los miembros de la iglesia trabajaran juntos en compartir el evangelio en la ciudad. En cierta ocasión un misionero relató que en un pequeño poblado en África un niño salió de casa y se desapareció entre la maleza. Cuando los aldeanos se dieron cuenta rápidamente se dieron a la tarea de buscar al niño durante todo el día, pero no lo encontraron. Al día siguiente, se formaron en una fila, se agarraron de las manos y recorrieron juntos el campo. Luego de un corto tiempo de buscar, encontraron al niño sin vida. En su angustia, la madre del niño gritó: “Si tan sólo nos hubiéramos tomado de las manos desde el primer día y por más tiempo…” Al igual que los creyentes en Filipo, nosotros debemos tomarnos de las manos y unir nuestros corazones para defender el evangelio. ¡Solo cuando los creyentes nos aferremos a un mismo propósito, demostremos una misma actitud y trabajemos en unidad es que el evangelio será defendido, la gente será salvada y Dios será glorificado!
Dr. Fred A. Lawson
Supervisor Regional
Ohio/Virginia Occidental
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