Juan capítulo 20 ha sido denominado como el capítulo del “Aleluya” porque proclama que “¡Jesús resucitó!” Si el evangelio de San Juan terminara en el capítulo 19, nosotros no tendríamos evangelio. Pablo declara en 1 Corintios 15:14, 17: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. En otras palabras, si la doctrina de la resurrección no fuera real, no habría necesidad de predicar porque no habría un mensaje de vida que anunciar. ¡No habría nada en lo cual creer! Jesús todavía estaría en la tumba, y usted y yo todavía estaríamos muertos en nuestros pecados.
Pero Él no está allí, “Él resucitó”, y tenemos en quien creer. En Hechos 2:24, Pedro declara que Dios Lo levantó de los muertos, porque la muerte no pudo retenerlo.
El primer día de la semana, siendo aún oscuro, María Magdalena salió al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sin embargo, cuando ella llegó, la piedra que sellaba el sepulcro había sido removida, y Su cuerpo no estaba allí. Otros discípulos también fueron al sepulcro para ver lo que había acontecido y luego “volvieron…a los suyos” con las nuevas. Ciertamente la resurrección era algo demasiado profundo para las mentes mortales de los discípulos y, no fue hasta que lo vieron que creyeron que había resucitado. Sus mentes aún estaban saturadas con los sucesos que habían acontecido el viernes. Sin temor alguno puedo decir que nosotros no tenemos ningún problema con los viernes; sabemos lidiar muy bien con la muerte. El problema lo tenemos con la vida. Somos unos expertos en cavar tumbas y enterrar muertos, y sellar bien las tumbas; el problema lo tenemos con la resurrección.
Dice Juan que mientras María estaba en la tumba, allí también estaba Jesús, pero ella no Lo reconoció. Jesús le dijo: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” María pensó que Él era el jardinero, y le dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré”. Las lágrimas, el dolor y la pérdida habían cegado los ojos de María.
Al igual que ella, muchos de nosotros también hemos estado en alguna situación similar en la que por causa del dolor y la desesperación no hemos podido reconocer al Salvador resucitado. ¿Qué significa para nosotros decir, “Él está vivo”?
Reconocer que Él está vivo significa reconocer que tenemos un Amigo cuyo amor por nosotros no falla. Entender que Él está vivo significa recibir la promesa, “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. También significa que en los tiempos malos, difíciles y de prueba, Él está con nosotros, intercediendo siempre por nosotros.
“Yo le sirvo a un Salvador resucitado, Él está en el mundo hoy, yo sé que Él vive y no importa lo que diga la gente. Veo Su mano misericordiosa, escucho Su voz de alegría, y Él está cerca justo en el momento que lo necesito. Él vive. Él vive, ¡Cristo vive hoy!”
Sam N. Clements
Supervisor General
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