La crucifixión: ¿Por quién murió Jesús?

The Official Publication of the Church of God of Prophecy

“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6-8).

Leemos en el evangelio de Juan que nuestro Salvador vino a Su pueblo, los judíos, pero no Le recibieron como su Salvador: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:9-11).

¡Qué gran gozo saber que Jesús no se desanimó con ese rechazo, sino que extendió Su amor compasivo hacia los gentiles —nosotros! Los versos 12 y 13 continúan diciendo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

¿Qué opinamos individualmente con respecto a la invitación de Jesús de recibirlo como Salvador? ¿Hemos aceptado esa invitación? ¿Lo hemos recibido a Él? ¿Hemos creído en Su nombre?

Si respondió afirmativamente a estas preguntas, entonces, ¿qué opinamos con respecto a esta misma invitación de Jesús a todas las personas a nuestro alrededor? ¿Por quién creemos que Jesús fue crucificado?

¿Con quién compartió Jesús, mientras anduvo en la tierra? Recordemos que Su propio pueblo Lo rechazó. Los justos, es decir, los fariseos y saduceos estaban celosos de Él, y se sentían amenazados por Su fama y los milagros que realizaba.

Podríamos decir que Jesús se convirtió en el Salvador del “hombre común” o de aquellas personas que pueden ser vistas como “lo más bajo” de la sociedad. Él se dio a Sí mismo y Su regalo gratuito de la salvación a personas como:

  • La mujer samaritana junto al pozo (Juan 4:1-29). Ella le señaló a Jesús, quien era judío, que tradicionalmente los judíos no conversaban con los samaritanos. Jesús conocía esa tradición, sin embargo, Él le ofreció agua viva, y no tendría sed jamás (v. 14). Es posible que la comunidad judía veía a esta mujer con desprecio, pero Jesús habló con ella y la miró con compasión.
  • La mujer pecadora en la casa de Simón, el fariseo (Lucas 7:36-50). Esta mujer era conocida como una pecadora, sin embargo, Jesús permitió que ella lavara Sus pies con sus lágrimas y los secara con sus cabellos. ¡Él hasta permitió que besara Sus pies! Aunque Simón solo pensó en los pecados que había cometido esta mujer, Jesús pensó y actuó tocante a su necesidad por un Salvador: “Y vuelto [Jesús] a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados” (vv. 44-48).

¿Con quién estamos compartiendo la invitación de Jesús mientras vivimos nuestras vidas diariamente? ¿A quién coloca Él en nuestras vidas diariamente, ya sea en la escuela, el trabajo, en la tienda o caminando en la calle? Creo que Jesús coloca personas en nuestra vida con las cuales Él quiere que Lo representemos, ya sea a través de nuestras palabras, nuestras acciones o ambas. Seguramente es más fácil para nosotros alcanzar a personas con las cuales nos sentimos “cómodos”; sin embargo, la Palabra de Dios nos dice en Lucas 19:10: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Eso significa todos. Eso se refiere a personas que se ven “bien” y a personas que “no se ven tan bien”. Eso se refiere a personas que sonríen y a personas que no sonríen. Se refiere a una persona que se encuentra “en la cima” y la persona que se encuentra “en el hoyo”.

El coro de la canción, “Jesus to the World” (Jesús al mundo), por el grupo musical Newsong, nos insta:

Necesitamos ser ovejas que rugen. Necesitamos ser águilas que vuelan. Necesitamos ser sal; necesitamos ser luz; necesitamos reflejar a Jesús al mundo. Necesitamos llevar amor a las calles, y estar dispuestos a dar la otra mejilla. Necesitamos ser fuertes; necesitamos ser débiles. Necesitamos reflejar a Jesús al mundo.

 

El apóstol Pablo escribió, “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él” (1 Corintios 9:19-23).

Tomemos tiempo durante esta época de Semana Santa para considerar la gran salvación, y el sufrimiento que nuestro Salvador soportó por nosotros en la cruz del Calvario. Arrodillémonos ante la cruz, adorémosle con gratitud, y luego salgamos y compartamos Su historia con el mundo. ¿Por quién murió Jesús? Por mí, por usted, por nuestras familias, por nuestros amigos, por todos a nuestro alrededor. ¿Por quién murió Jesús? Por pecadores, como yo.

Diana Javins

Cincinnati, Ohio

 

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