“El nombre de una persona es más que una etiqueta…realmente comunica algo esencial o sustancial sobre la naturaleza del portador del mismo; el nombre se relaciona a la esencia de la persona”.1 Dios le pone gran importancia a los nombres. Sus propios nombres son un testimonio poderoso de Su gran gloria y majestad: Dios Todopoderoso (El Shaddai), Dios de Paz (Jehová Shalom), Dios nuestro Proveedor (Jehová Yiré), entre otros. A lo largo de la Biblia, Dios utiliza nombres para señalar lo que esa persona o ser representa; nos habla del rol de ese individuo y su propósito dentro del gran plan de Dios. Con mucha frecuencia Dios nombraba y cambiaba los nombres de individuos para reflejar el propósito para el cual los iba a utilizar. Un nombre es tan importante para Dios que Él seleccionó un nombre a través del cual la humanidad obtendría salvación. “Y en ningún otro [nombre] hay salvación…en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
El nombre Jesucristo nos dice mucho sobre el propósito y el papel de Jesús dentro del maravilloso plan de Dios. Nos informa sobre Su carácter, propósito y amor por la humanidad. Muchos años antes del nacimiento de Jesús, Dios habló a través del profeta Isaías, “…su nombre [será] Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Estos son algunos de los nombres atribuidos a Jesús.
Mateo declara que un ángel del Señor se le apareció a José en un sueño y le dijo que no temiera tomar a María como su esposa “porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:20, 21). El nombre de Jesús significa lo mismo en griego que Josué en hebreo. Josué significa “Dios es el que salva”. Este nombre nos habla del propósito de Jesús en el plan de Dios; es a través de Él que Dios salva a todos los que creen y Lo aceptan como su Salvador.
“Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido” (Lucas 2:21). Cristo no es un nombre; proviene de la palabra griega Christos, que significa ungido. Tiene el mismo significado que la palabra hebrea Mesías (Juan 1:41). Los dos significan ungido o el ungido. “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31).
Muchas personas han sido salvadas, sanadas, y liberadas del pecado, enfermedad y posesión demoníaca debido al precioso nombre de Jesús. Aún hay poder en el nombre de Jesús, así que llevemos Su nombre con nosotros en nuestra jornada. Clamemos al nombre de Jesús, reconociendo que, “…Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).
Prestemos atención a la amonestación, “dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:20). Debemos confesar el nombre de Jesús y recordar que hay poder en Su nombre para ayudarnos en toda situación. A lo largo de esta temporada especial, “Todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17).