Yo tenía once años y quería ser un doctor; de tipo médico que utiliza bata blanca y realiza cirugías en los brazos, las piernas y el cerebro. Ingresé al Government High School, la prepa pública [escuela secundaria] más prestigiosa de las Bahamas, después de pasar el examen de admisión. El camino era claro. Sobresalir en mis estudios académicos y mantener mi camino hacia la universidad. Aprobar las ocho materias del tronco común (incluyendo, la biología, química y física). Aprobar las tres materias de estudio avanzado y proseguir hacia la universidad en Inglaterra, Canadá o Jamaica para realizar mis estudios antes de entrar a la escuela de medicina. Cuatro años en la escuela de medicina para recibir mi licenciatura, unos cuantos años de pasantía, quizá una especialización y luego abrir mi propio consultorio con muchas siglas pegadas a mi nombre.
A los quince años de edad, escuché del Espíritu, quien implantó en mí un deseo incontenible por servir a Dios con mi vida entera, y dedicar todo para Su reino. A pesar de que había crecido en una maravillosa congregación, a pesar de estar pegado a la Escuela Dominical y a pesar de asistir regularmente al ministerio de jóvenes, yo no sabía qué era lo próximo que debía hacer. Tenía un sinnúmero de preguntas, de las cuales algunas claramente no se las hice a nadie. ¿Cuál es la diferencia entre ser llamado como un creyente cualquiera y ser llamado “al ministerio”? ¿Cómo les compruebo a los demás que he sido llamado especialmente por Dios? ¿Cómo sé qué tipo de ministerio quiere Dios que realice? ¿Qué tal si las personas no responden a mis predicaciones como responden a las del pastor? ¿Cuánto dinero reciben los pastores? ¿Reciben más dinero si tienen estudios? ¿Existe una escuela para pastores? Con un profundo deseo por servir al Señor, para mí, la ignorancia no era una bendición.
Educando para el ministerio
Han pasado algunas décadas desde aquellos días, pero esas preguntas que yo hice siguen siendo relevantes para la Iglesia de Dios de la Profecía mientras busca fijar un curso para los años venideros, si es que el Señor tarda Su venida. ¿De qué manera se puede unir un movimiento a los jóvenes en cuyos corazones el Espíritu de Dios ha depositado la llama y convertirlos en sellos resplandecientes? ¿Cómo lo puede hacer la iglesia consistentemente y al mismo tiempo honrar la singularidad maravillosa del llamado y dotación de cada individuo? ¿Cómo puede la iglesia preparar el camino para que las personas llamadas sepan adónde ir para cumplir el llamado que Dios ha puesto en sus corazones? Walter Brueggemann hace una observación clara con la cual no se puede discutir:
Cada comunidad que quiere durar más allá de una sola generación debe preocuparse por su educación. La educación tiene que ver con el mantenimiento de una comunidad a lo largo de las generaciones. Este mantenimiento debe asegurar suficiente continuidad de visión, valor y percepción para que la comunidad conserve su propia identidad. Y a la vez, tal mantenimiento debe asegurar suficiente libertad y novedad de modo que la comunidad pueda sobrevivir en y ser pertinente a las nuevas circunstancias.1
Este movimiento no puede prosperar al menos que utilice métodos claros y consistentes para discernir, identificar y educar líderes llamados por Dios y apasionados por el Espíritu en todo nivel para trabajar con Dios en Su cosecha. La iglesia como una comunidad de personas redimidas, diversas y espiritualmente dotadas juega un papel vital en este proceso. Ningún recién nacido sale del vientre completamente desarrollado. Eso sería considerado una monstruosidad. Cada líder llamado por Dios se desarrolla gradualmente a través de una combinación de la contribución del Espíritu, la Palabra y la comunidad del pueblo de Dios.
Licenciatura—una herramienta para el desarrollo
Añadir al conocimiento y las habilidades básicas a través de varios tipos de entrenamiento es útil; sin embargo, se necesitan caminos claros de desarrollo para aquéllos que Dios llama. La licenciatura es una estrategia clave a través de la cual la iglesia acompaña al Espíritu y la Palabra en el desarrollo de aquéllos que Dios ha llamado. La licenciatura representa un fundamento clave para el desarrollo de líderes ministeriales de manera que sea consistente.
Los propósitos fundamentales de la licenciatura incluye examinar/discernir el llamado del Espíritu a la vocación del ministerio cristiano; reconocer/afirmar el llamado de la iglesia; equipar/entrenar a aquéllos que han respondido al llamado de Dios; y facilitar la colocación apropiada en roles ministeriales para mayor productividad. Las dinámicas formales e informales de la educación que son parte de un proceso robusto de licenciatura tienen el maravilloso potencial para ayudar a la iglesia a ayudar a una persona a determinar si, y para qué, Dios la ha llamado. El reconocimiento del llamado de una persona ocurre frecuentemente en la iglesia local de él/ella persona entre aquellas personas que pueden ser testigos de primera mano de su carácter, nuevos dones y habilidades no desarrolladas. Es dentro de las relaciones cercanas entre la congregación local que se pueden examinar motivos. Los ministerios intentan determinar cuáles dones son permanentes, qué fruto está creciendo y qué áreas del carácter necesitan atención y desarrollo. Poseer una licencia debe ser más que una credencial en papel, debe significar que el ministro tiene carácter, conocimiento y competencia para funcionar productivamente en la obra del reino de Dios.
El quién y cómo de la capacitación
La declaración de visión de la Iglesia de Dios de la Profecía ofrece un objetivo claro para alcanzar corporativamente. Estamos comprometidos a ser un movimiento que exalta a Jesús, de santidad, lleno del Espíritu, para todas las naciones, hacedor de discípulos, plantador de iglesias con una pasión por la unión cristiana. ¿Qué tipo de líderes se necesitan para alcanzar una visión tan noble? Una de las metas principales de nuestro desarrollo de liderazgo es “discernir, identificar, equipar y enviar líderes ungidos, llamados y dotados”. Necesitamos líderes que remen contra la corriente cultural dominante de la profesionalización que mira al ministerio como una mera profesión elegida por el individuo, que se alcanzó a través de métodos académicos y está validada por credenciales físicas. Los líderes deben tener un sentir claro del llamado de Dios y una intimidad con Dios que se hace evidente en la integridad personal, salud relacional y la habilidad para funcionar productivamente en el ministerio basado en los dones espirituales, conocimiento relevante y competencias clave. Tales líderes han sido marcados con la unción, sabiduría y carácter del Espíritu.
¿Cómo equipamos a tales líderes? Imaginemos que el proceso de desarrollo, educación y formación es un banquillo con tres patas. Una pata es la ortodoxia. La palabra sencillamente significa introducir ciertas verdades en las mentes de las personas. Hay ciertas cosas que los líderes necesitan saber. Es la sabiduría, información o doctrina correcta que calca la necesidad por un entendimiento del ministerio. Lo que usted sabe es clave. La segunda pata es la ortopraxis. Esto se refiere al componente de acción. El ministerio envuelve la práctica o el desempeño de ciertas acciones. Un predicador que no sabe cómo predicar es culpable de mala práctica. Formar pastores, directores del ministerio de jóvenes, obreros del ministerio de niños habilidosos requiere un proceso de aprendizaje de hacer y reflejar sobre el verdadero ministerio. Lo que puede hacer importa mucho. La tercera pata es la ortopatía (higienismo) o los afectos correctos, lo cual señala la importancia de formar el ser interior del carácter. Educar a los líderes siempre debe incluir la formación de la identidad espiritual. Quién es usted es esencial para el desarrollo de liderazgo. Educar a los líderes requiere aportación que incluye conocer, hacer y ser. Desarrollar a los líderes de la iglesia debe identificar a los que han sido llamados y educar a estas personas dotadas para funciones energizadas por el Espíritu a través de caminos claros y consistentes que sean fáciles de entender por todo el movimiento.
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1 Walter Brueggemann, The Creative Word: Canon as a Model for Biblical Education (La Palabra Creativa: El Canon Como un Modelo para la Educación Bíblica),
Philadelphia: Fortress Press, 1982, 1.