Sam N. Clements | Supervisor general
Creo que todos estamos de acuerdo al decir que ser un creyente tiene muchos beneficios. David dijo: “No te olvides de ninguno de Sus beneficios”. No me imagino vivir sin Dios. El creyente tiene acceso a la gracia divina que los pecadores desconocen. Cuando reflexiono en mi vida pasada, me pregunto: “¿Dónde estaría yo si no hubiera sido por Su gracia?” Creo que hay muchas bendiciones físicas y materiales que disfrutamos debido a nuestra obediencia a la Palabra de Dios, que de otra manera no tendríamos. El Salmo 115:13 nos dice, “Bendecirá a los que temen a Jehová, a pequeños y a grandes”. ¡Yo soy bendecido! Desde que me levanto al amanecer hasta que recuesto mi cabeza por la noche, y durante todo el tiempo, soy bendecido. En una ocasión, un caballero me pregunto: “¿Ha tenido usted tiempos difíciles?” ¡Por supuesto que los he tenido! “Si nunca tuviera problemas, no sabría que Dios los podría solucionar” (Andre Crouch). No obstante, quiero dejar bien claro que ninguna bendición física ni material se compara ni iguala la expiación. Sin duda alguna, hay muchos beneficios y bendiciones que se aplican a la vida en el ámbito físico, pero también hay unos fundamentos esenciales que se deben procurar para poder heredar la vida eterna. Me preocupa que muchos hoy en día enfatizan las bendiciones materiales, tales como la salud y la prosperidad por encima de los fundamentos esenciales para recibir la vida eterna. Para mí, este es un enfoque peligroso del evangelio que ha llevado a algunos a juzgar a aquellos que no han recibido tales bendiciones. Los catalogan como creyentes débiles o que no tienen fe, cuando la realidad es que éstos a quienes se juzga podrían ser los creyentes más fuertes a causa de la gracia que ha sido depositaba en ellos para soportar las aflicciones.
Sabemos, por ejemplo, que la expiación provee sanidad divina, y muchos de nosotros la hemos experimentado personal e instantáneamente; sin embargo, la sanidad no es esencial para entrar al cielo. Y el hecho de que una persona se enferme, no quiere decir que ha pecado o que las aflicciones son siempre causadas por los demonios y el diablo. En Hebreos 11, se nos dice claramente que algunos fueron milagrosamente libertados, pero otros no; mas todos tenían fe.
Tener fe en las promesas de Dios ciertamente trae bendiciones materiales. Observe lo que Juan le dijo a Gayo: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 2). Dios no está en contra de que usted tenga riquezas, siempre y cuando éstas no tomen dominio sobre su vida; pero las riquezas materiales no son esenciales para ir al cielo. Debemos tener cuidado de no juzgar a una persona en base a sus circunstancias, pues de ninguna manera es una medida correcta. La espiritualidad de una persona no debe ser juzgada por el nivel de posesiones materiales que tenga. En Juan 7:24, Jesús dijo, “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Y nuevamente en Juan 8:15 dijo, “Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie”.
Es posible recibir sanidad sin santidad, tener prosperidad sin carácter; pero ninguna tiene poder para salvar. La Biblia establece algunos fundamentos esenciales que debemos procurar para ir al cielo y tener vida eterna.
Para mencionar algunos fundamentos esenciales preeminentes, comenzaré citando las palabras de Jesús en Lucas 13:3, cuando dijo: “…antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. El arrepentimiento es un fundamento absoluto. No se trata de pecados grandes o pequeños, o pecados de la carne o del espíritu. Lo esencial aquí es que el individuo se aparte de su pecado y que éste sea cubierto con la sangre de Jesús. Hebreos 9:22 declara que, “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (de pecado). De manera que, la sangre de Jesús es esencial. Bien lo dice este himno de antaño, “¿Has hallado en Cristo plena salvación, por la sangre que Cristo vertió? Toda mancha lava de tu corazón. ¿Eres limpio en la sangre eficaz?” Hay poder en la sangre de Jesús.
Otro fundamento esencial lo encontramos en Juan 3:3, cuando Jesús dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Y en el versículo 7, dijo: “Os es necesario nacer de nuevo”.
La regeneración es esencial. El nuevo nacimiento no es opcional; es una necesidad. Nadie puede llegar al cielo sin haber nacido de nuevo. Mateo 18:3 dice, “si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Observe que Jesús no dijo, a menos que os volváis infantiles. Hay muchos creyentes que son infantiles. Un creyente infantil es un bebé espiritual que se niega a crecer. No pueden sobrevivir si no tienen un biberón o chupete. Se les conoce como creyentes que requieren mucha atención o cuidado constante. Es necesario dejar a un lado lo infantil y madurar. Seremos testigos del crecimiento de la iglesia cuando los miembros inmaduros aprendan como lo hacen los niños, en obediencia y fe.
Continuando con los fundamentos esenciales, debo mencionar la santidad. Hebreos 12:14 nos dice, “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. La santidad es esencial para entrar al cielo. “El cielo es un lugar santo, lleno de gloria y gracia; el pecado jamás podrá entrar allí”.
La fe es otro elemento esencial en nuestro caminar con el Señor. Hebreos 11:6 nos exhorta, diciendo, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
Permanecer en Cristo también es otro esencial. “Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. (Juan 15:4) Más adelante, en el versículo 5, Jesúsdijo: “separados de mí nada podéis hacer”. Hemos tratado de hacer muchas cosas sin Él; pero Jesús es esencial en todo lo que hacemos. Él es el centro de todo. Hechos 4:12 dice, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Para que una persona entre al cielo es necesario que acepte a Jesús como Salvador y Señor. No puede dejar al Señor fuera de la ecuación. No podemos decir, “entra a mi vida como Salvador, pero no como Señor. Si Él no es Señor de todo, entonces no es Señor de nada.
El punto que quiero señalar con todo esto es que las circunstancias materiales de un creyente no son la prueba final de su carácter; nadie puede comprar un boleto para entrar al cielo. Debemos entender que el arrepentimiento y la vida arrepentida son la prueba final del creyente. La libertad del pecado mediante el sacrificio expiatorio de Jesús es la necesidad primordial. La sanidad espiritual es la expresión máxima de la expiación.
No me malinterprete, sabemos que a través de la expiación recibimos sanidad física y otras bendiciones que son reales y no podemos negar, pero ellas no se pueden comparar con la sanidad espiritual. El camino al cielo nos puede llevar por diferentes circunstancias, en ocasiones agradables y en otras desagradables. David le pidió al Señor que lo llevara a pastos delicados y lo pastoreara junto a aguas de reposo. Él era un pastor y necesitaba estas cosas para sus ovejas. Pero al final dijo: “Aunque ande en valle de sombra y de muerte, Tú estarás conmigo”. Dios nos puede guiar a través de la prosperidad y la salud ,o a través de la pobreza y el dolor; pero donde sea que llegue el camino, caminaremos con prudencia buscando la voluntad de Dios para nuestras vidas, pues no se nos ha enseñado a orar, diciendo, “Sea hecha MI voluntad”. De una cosa estamos seguros, y es que al final no seremos juzgados en base a nuestras circunstancias de la vida, sino de acuerdo con los fundamentos esenciales de la Palabra de Dios. Estos elementos esenciales son la fe, el arrepentimiento, la regeneración, el nuevo nacimiento, la sangre de Jesús y la santidad. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. También dijo: “El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador”. Hay un sólo camino al cielo, y es a través de Jesucristo.